jueves, 22 de julio de 2010

Refórmate.

Me llama la atención. Cómo puede ser que me la pase quejándome de situaciones en las que yo soy participe por propia voluntad.
El ejemplo más fácil: El tráfico. En el tráfico procuro ser muy cortés, intentando respetar a todo ser humano que, atrapado en su automóvil, se dispone a la misma tarea que yo, transportarse. Y claro, soy cortés, de verdad lo soy, pero en muchos sentidos también soy tan irrespetuoso como los demás, y ver a alguien hacer lo que yo a veces hago, me provoca una terrible rabia.
¿Cuántas veces no me he detenido en plenos carriles centrales del periférico, para recoger a mi amigo? Y todo, por evitar el desesperante tráfico, y la increíble cantidad de tiempo que se pierde si se toma la lateral.
Este ejemplo tan específico y particular, se puede generalizar a la mayoría de la población mexicana. Este burdo ejemplo, aplica en casi cualquier situación que provoca los problemas de una sociedad deformada.
¿Cómo nos atrevemos a exigir un fin a la corrupción cuando nosotros mismos robamos el trabajo musical de artistas y "no artistas", al descargar de internet cantidades inciertas de música cada año.
¿Cómo nos atrevemos a exigir al gobierno que mejore nuestra situación, cuando JAMÁS en la vida hemos siquiera mandado iniciativas por escrito para la reforma o creación de leyes que mejoren nuestro estilo de vida?
Y me abstendré de profundizar la situación de quienes exigen, pero ni siquiera tienen la voluntad de levantarse temprano en día de elecciones e ir a ejercer su derecho de voto.
El pueblo mexicano necesitamos de una ÚNICA solución para salir del hoyo en el que seguimos cavando. Esa ÚNICA cosa es tan sencilla y elemental que puede resumirse en UNA sola palabra: CONGRUENCIA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario