Me llama la atención. Cómo puede ser que me la pase quejándome de situaciones en las que yo soy participe por propia voluntad.
El ejemplo más fácil: El tráfico. En el tráfico procuro ser muy cortés, intentando respetar a todo ser humano que, atrapado en su automóvil, se dispone a la misma tarea que yo, transportarse. Y claro, soy cortés, de verdad lo soy, pero en muchos sentidos también soy tan irrespetuoso como los demás, y ver a alguien hacer lo que yo a veces hago, me provoca una terrible rabia.
¿Cuántas veces no me he detenido en plenos carriles centrales del periférico, para recoger a mi amigo? Y todo, por evitar el desesperante tráfico, y la increíble cantidad de tiempo que se pierde si se toma la lateral.
Este ejemplo tan específico y particular, se puede generalizar a la mayoría de la población mexicana. Este burdo ejemplo, aplica en casi cualquier situación que provoca los problemas de una sociedad deformada.
¿Cómo nos atrevemos a exigir un fin a la corrupción cuando nosotros mismos robamos el trabajo musical de artistas y "no artistas", al descargar de internet cantidades inciertas de música cada año.
¿Cómo nos atrevemos a exigir al gobierno que mejore nuestra situación, cuando JAMÁS en la vida hemos siquiera mandado iniciativas por escrito para la reforma o creación de leyes que mejoren nuestro estilo de vida?
Y me abstendré de profundizar la situación de quienes exigen, pero ni siquiera tienen la voluntad de levantarse temprano en día de elecciones e ir a ejercer su derecho de voto.
El pueblo mexicano necesitamos de una ÚNICA solución para salir del hoyo en el que seguimos cavando. Esa ÚNICA cosa es tan sencilla y elemental que puede resumirse en UNA sola palabra: CONGRUENCIA.
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